El Campo en Crisis

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Por Moisés Reyes Fausto

En un mundo globalizado y en el cual cada vez se oyen más cerca los tambores de guerra. En México y en nuestro campo se profundiza la crisis por la falta de apoyos que reactiven la agricultura de auto consumo pero también la que abastece los mercados locales y regionales. De los 3.3 millones de productores involucrados en el sector solo 2.1 millones son atendidos con los programas de producción para el bienestar, sembando vida y precios de garantía, quedando 1.2 millones de producctores sin ningún tipo de apoyos, pero además los apoyos que se otorgan no están orientados a incrementar la productividad de alimentos y más bien se ha entendido por los propios productores que son subsidios para fortalecer la economía de las familias en el campo.

Urgen políticas que privilegien la producción del campo mexicano

Esto ha generado que de las casi 5 millones de unidades de producción trabajando en 32 millones de hectárea; de las cuales casi 3 millones de hectáreas enfrentan aún enfrentan problemas de conflictos por la posesión de la tierra y que es una problemática que aún este gobierno NO atiende, solo se cultiva el 60 por ciento del área rural de México, lo que equivale a 17 millones de hectáreas, quedando un 40 por ciento, casi 12 millones de hectáreas, sin ser plenamente aprovechadas.

El crecimiento en el sector agropecuario ha disminuido significativamente desde 2020

Alrededor del 47 por ciento de las unidades de producción enfrentan dificultades para comercializar sus productos, lo que limita su crecimiento y rentabilidad. De hecho, únicamente el 6 por ciento de las unidades de producción agrícola se consideran empresas con capacidad de comercailizar sus productos a nivel Nacional e Internacional y el mismo porcentaje es el único que tiene acceso al crédito.

El apoyo gubernamental al sector agrícola es solamente el 0.6 por ciento del PIB, el más bajo entre los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) integrado por 38 países.

La sequía que ha alcanzado a más de la mitad del país afecta directamente al campo mexicano. Es lógico que el riego se vea afectado por la baja estimación de los cuerpos de agua, pero también la actividad pecuaria se ve mermada ya que debe ser alimentado con forrajes lo cual eleva los costos para el productor que en la mayoría de los casos prefiere vender barato convirtiéndose en presa del coyotaje. Según datos de las uniones ganaderas, se ha perdido casi el 38 por ciento del hato ganadero en los últimos 3 años.

Otro factor que ha generado grandes problemas, es el aumento en más de 150 por ciento del precio de los fertilizantes, esto está relacionado con el conflicto Ruso-Ucraniano y la falta de una política real del gobierno para hacer algo al respecto.

Los sectores acuicolas, apícolas, silvícolas y café forman parte de este panorama desolador que atravieza el campo mexicano.

La deforestación, la erosión de los suelos, el cambio climático, la pérdida de la agro biodiversidad, la falta de mercados justos, la creciente migración de jóvenes, la permanente violencia y la falta de una política de gran calado son algunos de los principales problemas que amenazan el agro de nuestro país.

Rescatar nuestro campo puede y debe ser la mayor obra de un gobierno progresista y no debe anteponerse a ningún otro interés ya que está de por medio la alimentación de todos los mexicanos.

Mayor inversión orientada a la productividad de granos y cárnicos, la producción de biofertilizantes amigables con la tierra, mejorar nuestras semillas nativas, rehabilitar la infraestructura de riego para ampliar las zonas de cultivo respetando las zonas de protección y amortiguamiento de bosques y selvas y construir una nueva política de crédito de fomento es posible, si realmente queremos en los hechos, un país con soberanía alimentaria.

La promulgación de la ley agraria (hace 109 años) de aquel hecho histórico, fue el parteaguas para que México fuera el país que es hoy, con un tejido social fuerte en su ruralidad, con una población de más de 27 millones que viven, trabajan y aportan a la grandez de México todos los días en más de 32 mil ejidos y comunidades.

Pero la deuda histórica que tiene el Estado mexicano con los campesinos no se paga con un discurso bonito cada 6 de enero, se requiere una reforma que sacuda las conciencias de la clase política y de la sociedad rural para poner al campo mexicano en el lugar que le corresponde, con instituciones sólidas que fortalezcan su papel en la producción de alimentos, recursos naturales, identidad, paz social y garante resguardo de nuestra soberanía.

¡Zapata vive! la lucha sigue.

*Moisés Reyes Fausto es Coordinador de la Central Campesina Cardenista CCC en Veracruz, reconocido por su sentido crítico desde hace varios sexenios.

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